martes, 3 de junio de 2014

Capítulo I


Esa noche, había un silencio rotundo y Elisa tenía el rostro desencajado porque la carta que sostenía en sus manos, anunciaba el regreso de aquel que alguna vez destrozó su vida y sus dedos temblaban incontrolables ante la llegada de lo indecible...


A la luz del candelabro y mientras la noche se cerraba, el dolor tomaba forma en su memoria y las horas anunciaban que los tiempos serían terribles...ella debía huir lo más pronto posible de ese lugar sombrío donde la muerte acechaba y la luna, ya no tiene brillo.



Pero ella no podía moverse porque el terror la paralizaba y el grito de la tormenta alumbraba el interior herido de una vieja alcoba, en esa mansión sin nombre, donde los péndulos parecían balancearse en los abismos…

Y es que allí, en esos terrenos cubiertos de piedras sueltas y noches frías, de llantos tristes y casi un lugar desierto, donde se levantaba esta casa como una sombra a mitad de la noche y en medio de la bruma donde el viento no tiene sosiego y la demencia cobra vida ante el terror de lo indecible y las paredes que rodean la mansión de los pedregales olvidados, cuentan una historia ceñida por el tiempo...el dolor sin escrutinio, va más allá del miedo…

La noche estaba silenciosa, Elisa no podía dejar de temblar en ese espacio reducido que la tenía atrapada, como en un claustro de memorias y recuerdos maltratados, de donde no podía escapar, rodeada de riscos, de silencios y fantasmas, sí…esos fantasmas que habitaban debajo de los enormes candelabros colgantes de un techo que casi se le venía encima…además, estaba débil, sí…muy débil y apenas daba unos pasos y sentía que el aire se apretaba en su pecho, ahogándola de miedo, en esa mansión sin vida, que la consumía…Oh Elisa…gritaba el viento…Elisa…

Señora…
Se oye una voz que la llama casi sepulcralmente…su corazón da un vuelco y sin voltear responde…¿Dime Bruno?  

Bruno es un viejo habitante del tenebroso pueblo que sobrevive en silencio debajo de los pedregales olvidados y es un fiel servidor de Sir Jacob Daniels, el temible propietario de esa mansión herida y todo lo que en ella se desangra lentamente.

¿La Señora quiere cenar en su alcoba o la ayudo a bajar las escaleras  para servirle en el comedor principal?

Elisa apenas sonríe –con una sonrisa que más bien parece una mueca triste- diciendo –¿Con qué objeto Bruno? Tantos escalones, tanto agotamiento para sentirme apenas un punto cardinal perdido entre cuatro enormes paredes, mientras por esos horribles ventanales me observa el viento, la noche y el miedo? No! comeré aquí mismo, en estos eternos silencios a los que he sido confinada sin consuelo.

Bruno se retira en silencio /casi sin observarla/ a pesar de que no le pierde un paso y aunque quisiera ayudarla, no podría porque el peso de la muerte caería sobre su familia, si tan solo intentara consolar a Madame Elisa Daniels, de quien no comprendía cómo podía cumplir con tal entereza y dignidad, su fatal destino.

Elisa lo escucha cruzar los portales cerrándolos tras de sí y lo oye alejarse lentamente...un sollozo se ahoga en su garganta... un grito se pierde en los confines de su alma... pero no dice nada... ni siquiera parpadea, mientras una lágrima se resbala por su pálida mejilla, de un tono grisáceo de mármol y ceniza, que aún dibuja su precioso rostro.

En un rincón de la habitación la luz apenas titilaba… el viento afuera cantaba la canción nocturna de todas las noches, anunciando la llegada de próximas pesadillas.



Elisa parecía a veces inmutable y otras tantas, perdía la razón en un espacio tan breve que aquella quietud estéril que reposaba en los pasillos de pronto se miraba sumida en el desespero, el grito y el llanto de centenares de lamentos fantasmales, casi animales dirían los caminantes de la noche, que huían apresurados, cuando en la mansión de los pedregales olvidados el cielo se hacía más denso y aún de lejos, como cuenta la leyenda, se escuchaban los quejidos de la muerte.

Oh Elisa, qué maleficio había caído sobre su rostro, su cepa y su morada…que a donde fuera la tragedia la seguía y la locura se gestaba lentamente en un lugar secreto de su alma, que ella a veces acariciaba como una niña que perdida, deambulaba por esos lugares tan lúgubres y solitarios de pasillos inmensamente largos, poco iluminados y donde el aire se sentía tan pesado, casi ausente, que a veces sin ningún motivo, la misma alcoba se ahogaba entre sus cuatro paredes y los viejos muebles crujían su propio desespero.

Ay! Pobre de Elisa, con su cara de cristal y porcelana, rajándose a pedazos cada vez que se miraba en el espejo y apenas recordaba su pasado, oh no! ese horrible pasado que la había sumido en la locura de una identidad perdida, que al final de cuentas, resultaba su mayor consuelo.  Sin embargo, ella tenía esa sensación de terror y sombras, de dolor y ausencias, de un aliento negro, que invadía todo sus silencios, hablándole del miedo!

Esa noche, las aguas estaban mansas… pero los bosques sin embargo, parecía rebelarse cada día en ese inmenso lugar de insomnios y lamentos, y detrás de las paredes se encerraba una vida que se extinguía silenciosamente, como el tiempo y las horas, en esos péndulos siniestros de un reloj que gime.

Ya, en la soledad de su alcoba, Elisa duerme mientras los fantasmas la visitan… ella no puede recordarlo, es un consuelo en su mundo inmerso entre la realidad y la locura, que asoma sin ningún aviso y de la misma forma se marcha.

Pero todos lo recuerdan, sí… menos Elisa, aunque nadie habla de ello.  

Elisa era tan joven e inocente y trágicamente se había enamorado del hombre equivocado que despertó la furia de su hermano, Sir. Jacob Daniels, que ha dejado un valle de sombras por donde ha pasado, incluso en los jardines de su hermana que lentamente ha convertido en unos despiadados pedregales, que parece que se yerguen en la noche cuando las sombras cuentan aquella tenebrosa historia que sumió a todo el pueblo en una oscuridad que llora.




Y quién no recuerda la Mansión  de Piedra en las Colinas Rotas donde vivía Sr. Angelous Miles, el joven apuesto de quien Elisa se había enamorado a pesar de todos los esfuerzos de que ellos jamás se conocieran por una pugna ancestral de familias, una noche de aquellas hermosamente largas y profundamente negras –ellos se conocieron- camino al valle de las magnolias a donde Elisa le gustaba ir para escribir un poco aquellos versos suyos “entre la tierra y el cielo”, como Angelous solía llamarlos.

Y el amor entre ellos, fue instintivo…parecía haber nacido desde los riscos que terminaban en los mares y se estrellaban sobre la piedra sólida y eterna que adornaba la silenciosa huella de sus recuerdos, hasta que un día, esa misma fuerza los haría pedazos!

Elisa no sabía de los odios que terminarían por paralizar su mente, pero Angelous sí lo sabía, lo supo siempre –que ella era prohibida- pero cayó rendido desde el primer instante en que sus ojos se posaron en esa mirada intensa de ojos pardos y un rostro de piel de seda… Oh sí… él lo supo en sus adentros…lo supo sin remedio, pero no tuvo ningún reparo, porque él moriría por ella si fuera necesario!


Capítulo II

Los gritos eran espeluznantes y los mismos fantasmas parecían esconderse de los ojos desorbitados de Elisa que se agitaba desesperadamente sobre la cama, como si una fuerza superior a ella la sacudiera y la hablara al oído, algo que solamente ella escuchaba y gritaba

“No……no……no te lo lleves, no por favor, nooo” 


Y con un sollozo tan intenso que atravesaba las paredes de ese lugar siniestro y aún, en los bosques que colindaban las torres, los lobos que habitaban en sus cumbres, parecían estremecerse.

Al escuchar esa agonía desde la planta baja, Bruno y Emma -el ama de llaves- corrieron todo lo que pudieron esas anchas escaleras que conducen a la parte más sombría de la mansión y donde pocos se han aventurado a entrar y mientras se acercan, se hace evidente que será necesario que Emma se mude a la planta alta junto a la habitación de Madame Elisa, para socorrerla durante esos episodios tan terribles que cada vez se hacían más frecuentes.

En el momento en que entran a la alcoba, Elisa da un salto hasta una esquina donde se acurruca sin dejar de temblar y está empapada de sus propias lágrimas y el sudor tan frío que corre por su médula espinal hasta el helado piso de mármol y tristezas que termina en un ventanal abierto donde el viento, se ríe como un eco alucinante y fiero en complicidad rotunda con la tormenta que se ha colado por la ventana como escarcha y la abraza tan inmisericorde.

-Hay que secarla inmediatamente, dice Bruno, o podría enfermarse y morir en estos condenados pedregales! 

-Trae unas toallas Emma, de prisa, le acata.

Elisa está como ajena a todo lo que la rodea, todavía solloza suavemente y sus labios están tiritando y como un pajarillo azotado por la tormenta, se desvanece en los brazos de Bruno, que siente por ella tanta pena y tanto aprecio.

Si él no hubiese sido testigo de su desgracia –piensa-, hace mucho tiempo se hubiera marchado de esas tierras olvidadas por la vida, pero un sentimiento de dolor y vergüenza lo embarga, mientras lentamente Elisa recobra la conciencia.

-¿Qué hemos hecho con ella? se dice en un grito silencioso que le desgarra el alma-

Ya no había nada que decir en esa hora y detrás de las paredes del silencio, la noche miraba por las grietas donde había una calma que daba miedo... y el gélido susurro de los vientos parecía llamarla...con ese ulular lejano y con ese sonido que estremece, cuando sus ráfagas se chocan con las rocas y las aguas derraman con locura, la huella que jamás se borra a los pies de aquel abismo, donde en la noche, cuando truena la tormenta allí en lo alto se observa erguida, como una gigantesca lápida...la sombra de la casa y su tragedia!

Esa noche, hacía demasiado viento, Elisa permanecía tan fría, como una lápida de mármol aguardando la tonada de la noche, velando su locura… se miraba tan quieta, tan triste y solitaria, con esa belleza pálida que enmarcaba una leve cicatriz en su mirada, perdida en algún lugar sombrío de un recuerdo, que no tiene memoria… 

- Es que si ella recordara, se dice Bruno en sus adentros, no sabía qué era mejor para ella, si vivir la tragedia de su historia o la ausencia deshojada de su alma.  Quizás esos episodios de locura y esa confusión abrumadora, era su mejor aliada.

- Oh Bruno… le susurra con una voz tan suave como un pájaro herido y desahuciado…

- Aquí estoy Madame, no tenga miedo que no voy a dejarla sola

Elisa lo mira largamente, como queriendo leer en la profundidad de sus ojos, esa verdad que ella sabe que desconoce y aunque teme, quiere conocer, aunque llegue a aniquilarle su simiente.

-He escuchado algunas voces, le dice Elisa, con su voz quebrada y temblorosa…

- Debió ser el viento, la tranquiliza Bruno…

-No, le dice ella con desespero… esa voz me está llamando y me dice Elisa…Elisa… como un quejido y un lamento que me asusta y casi puedo reconocer esa voz en las tinieblas que parece venir de muy lejos y a la vez es tan cercana… sí… parece venir de aquel lugar prohibido por mi hermano…de la Sierra quebrada de los sauces muertos. Oh Bruno, recuerdas ese lugar sombrío que no sé por qué me da tanto miedo?




-Bruno guarda silencio, no le dice nada, solamente intenta mantenerla abrigada esperando que deje de temblar y que pasen esos momentos fugaces de un fatal recuerdo, fragmentado en mil pedazos.  Duerma mi querida Madame, le dice, ya pasa de la media noche y la tormenta no cesará hasta mañana.  Emma y yo la cuidaremos toda la noche, duerma por favor, duerma-

La noche se siente pesada… un suspiro se expande en la almohada de Elisa que empieza a relajarse un poco y la lluvia afuera empapa los ventanales de gruesos cortinajes en fieltro de un marrón intenso.

La tormenta continúa pero cae en un extraño silencio que estremece hasta los huesos.

-Emma mira a Bruno directamente a los ojos e intenta decirle algo y sin devolverle la mirada le dice… Calla Emma, calla que no aceleraremos a su memoria, que parece que lentamente empieza a despertar de su letargo.


La habitación estaba en penumbras, un pequeño candelabro sirve de marco en ese espacio etéreo, donde la locura se refleja en el espejo y la noche, continúa con su paso, cuando una sola campanada anuncia que la madrugada será tan larga, como negras las montañas que la abrazan.






domingo, 1 de junio de 2014

Es un nuevo día, el sol entra tímidamente por una ventana que apenas alumbra un rincón cercano a las escaleras que se dirigen a la segunda planta, porque en esos lugares lejanos, el día nunca es demasiado claro.


Apenas ha despuntando el alba cuando Bruno y Emma salen muy despacio de la habitación de Elisa donde la velaron toda la noche.  Aunque están cansados deben hacer los preparativos para la llegada de Sir Jacob Daniels que aunque no les dijo exactamente cuándo arribaría, podría aparecer en cualquier instante  y por nada del mundo querían causarle ningún disgusto, ya que su sola presencia marcaba el inicio de un tiempo negro, donde la tragedia parecía gestarse debajo de las piedras.

-De una vez prepara la habitación contigua a la señorita- le dice a Emma  -que a partir de esta noche dormirás más cerca de ella-  

-Yo me haré cargo de las habitaciones del amo en el ala opuesta de la mansión y avísale a tu hermano que debe tener el carruaje listo  y leña preparada para el fuego.  Se avecinan los peores días de invierno en los pedregales olvidados, por lo que Sir Daniels no tardará en atravesar estos portales.  

-Apresúrate le dice y prepara un té de hierbas para cuando la señorita Elisa despierte de su letargo.

Elisa era muy bella y a pesar de la tristeza que ocultaba su alma, parecía mantener esa inocencia pura con la que se había enamorado de Angelous...a quien había perdido sin recordar los motivos y a quien escuchaba hablarle cada vez que la razón, se perdía en un abismo.





Emma se pierde al final de los pasillos y Bruno observa de lejos la esquina de la estancia cerca de los ventanales silenciosos.  Acaso nunca terminaría su angustia.  Mira hacia los cielos y sabe bien que se avecina una tormenta, no solo en los parajes que rodean ese lugar siniestro, si no allí mismo, adentro de la mansión donde el tiempo se acerca, para develar sus peores secretos.


Las horas pasan casi sin darse cuenta mientras todo ha quedado preparado.  Elisa se ha despertado y parece un poco distraída.  Emma aprovecha el viento fresco de la mañana y el sol para que Elisa salga de su encierro, mientras toma un poco del té que ha preparado.




A lo lejos, desde el lugar seguro que siempre Bruno toma a la distancia para cuidar a Madame Elisa se pregunta... en qué pensará Ella en esos momentos, con la mirada fija en un punto perdido.


Elisa está en silencio, pero sin decirle a nadie guarda muchas cosas para sí misma... porque empieza a tener pensamientos desordenados de algunas cosas que no recuerda con claridad, pero sabe que le han pasado.  Su memoria es un laberinto enredado y lagunas sin vida, que la transforman.


Bruno se estremece solo de pensar qué pasará cuando llegue su hermano a quien no ha visto en mucho tiempo, desde aquel fatídico día de muerte, dolor y locura.


¿Acaso Elisa recordará lo que ha pasado cuando lo vea o cuando escuche su voz o el relinchar de los caballos en medio de la noche?


¿O acaso los ojos de su hermano, negros como su pasado, delatarán su historia?  


¿Por qué llegará a la mansión Sir Jacob Daniels después de lo sucedido?  


¿Acaso no era mejor que cualquier otra cosa, que los dejara allí, olvidados en ese lugar remoto, sin llegar a revolver la llaga con su nefasta presencia y quizás provocar en Elisa una locura total sin retorno de la ciudad de las tinieblas?


Mil veces se preguntaba del por qué confrontar un pasado que aunque insólito, parecía dormido... Oh Sir Jacob Daniels ¿Acaso su maldad no tenía límites? O había algo más, de lo que él no tenía el menor atisbo.





jueves, 29 de mayo de 2014


Bruno notó que Elisa se quedó dormida bajo el abrazo de la tarde…



El resto del día transcurrió lentamente… al caer la noche Elisa sin ningún aviso pidió un poco de papel y tinta para escribir algo.  Todos la miraron en silencio porque hacía tanto tiempo que no tocaba un trozo de papel y no escribía un verso… todos pensaron que ya lo había olvidado, pero no…allí estaba ella, calcando un verso que decía… 
Su sombra caminaba en la penumbra,
en la búsqueda incesante de la noche,
de los vientos, de la ausencia
y de la bruma que dejó la madrugada...
al paso de la nada y de las horas ya sin tiempo,
que persiguen a un recuerdo,
como el eco de una voz, en el silencio!

No había ninguna duda… se dijo Bruno para sí mismo, el tiempo se estaba acercando.

Afuera en el jardín, nómadas de piedra y mármol hacían guardia en los jardines de la mansión que lucía como herida hasta sus cimientos más profundos.  Parecían cuidar el destierro de la noche y en vela, como ansiosas, gemían con el viento, mientras adentro Bruno y Emma cerraban los grandes cortinajes de fieltro para que el frío helado de la noche no abrazara las paredes mutiladas  de retratos, porque parecía que el amo no quería ningún rostro que le recordara a sus ancestros o todo aquello, que pudiera mirarlo a sus ojos, aún desde la inerte mirada de un recuerdo.


Las doce campanadas lo abstrajeron de sus pensamientos.  Le dijo a Emma que se retirara a sus habitaciones a la par de la alcoba de Madame Elisa y que estuviera atenta…

Él, con paso lento bajó las grandes escaleras hasta el despacho de Sir Daniels, donde sabía que en breve, estaría revisando su pasado.

Se fue a dormir con esa sensación ansiosa de lo inesperado, que a pesar de todo… se está aguardando.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Capítulo III



Todo estaba sigiloso en esa madrugada tan fría… las cigarras se habían apagado en su destello y los bosques, gemían soledades en medio del silencio… tan solo se escuchaba allí a lo lejos, el golpeteo de los cascos de esos caballos pardos que arrastraban el carruaje en su crujir intenso y a veces lo siniestro de esos ojos negros, inmutables…penetrantes y tal vez, casi afilados como dagas apuntando al infinito…

Sin duda Sir Jacob Daniels había llegado a la Mansión de los Pedregales Olvidados, con su rostro marcado de un pasado que aun siendo un hombre atractivo, retiene en cada surco el dolor de lo indecible y lo solemne de una voz que va gritando!

Qué sucederá ahora dentro de las paredes de piedra y granito, de lluvia y locura, de viento y pesares recorriendo los pasillos...Y qué será de Elisa... con esta llegada que parece desangrar la aurora...

Al amanecer Bruno se levanta y apresurado, conocedor hasta del último aroma que habita la casa se dirige al despacho que estaba vacío pero había un aroma intenso como a un vino añejo y a un puro recién apagado entre los leños.  


El amo ha llegado, dice para sus adentros y sale apresurado para encontrarse con Emma a quien le dice de manera sombría:

- El Señor está en casa.  Ve y acompaña a Madame Elisa para que se arregle y si desea que desayune en su balcón, mientras se adapta a la llegada que tanto teme.  Trata de no alterarla que  yo subiré en cuanto pueda.

Emma se va corriendo a la planta alta… lugar que por cierto casi nunca visita Sir Daniels cuando llega a la mansión, pero como todos, sabe que el encuentro cara a cara entre Elisa y su hermano será inevitable, sí… trágico e inevitable.

Bruno recorre los pasillos cuando escucha la inconfundible y áspera voz de Jacob diciendo…

- He llegado esta madrugada, el frío es inclemente a pesar de los leños en la hoguera y mi estadía no será muy larga.

- Bienvenido amo, responde Bruno con una leve inclinación de saludo preguntando ¿Dónde le sirvo su desayuno al Señor?

- En mi despacho

Bruno da la vuelta y a sus espaldas escucha

- Dónde está Elisa?

- En las habitaciones de la planta alta, le responde.  Donde dormía su madre.

- OH! Exclama Jacob, sabe que no me gusta entrar allí.  Infórmale que he llegado!

- Ya lo sabe amo, pero ha estado un poco indispuesta y seguramente podrá verla hasta mañana.

- Está bien, responde, tendrá que verme tarde o temprano que he venido para llevármela.

- Señor, exclama Bruno con la voz angustiada: Es demasiado pronto, ella necesita tiempo.

- Ya está decidido Bruno, no intervengas.

Bajando la mirada como  queriendo ocultar su gran desasosiego se retira.  Pero él sabe que si la presiona demasiado, todo será una terrible tragedia y ya han pasado demasiadas tragedias en esas tierras olvidadas.

Una vez libre, Bruno sube a la habitación de Elisa.  En cuanto entra ella se acurruca en sus brazos como una niña, buscando la seguridad de un padre y ahogada en un sollozo que no deja entender sus palabras.

-Cálmese madame, le dice en un tono fraternal y suave, ya verá que todo saldrá bien y nadie podrá lastimarla

- Bruno, dime qué está pasando!  Sácame por favor de esta confusión y bruma en la que me encuentro perdida.  Tengo tantas visiones mezcladas,  entre recuerdos dolorosos y agradables y la voz de un ángel que me está llamando.

- Debe ser valiente madame Elisa, porque mañana se encontrará con su hermano frente a frente, pero no sienta angustia porque yo estaré muy cerca.

- No Bruno, no, NO LO PERMITAS, SABES QUE ME ATEMORIZA!

- Cálmese por favor, él no debe verla de esa manera que todo sería más difícil.

- Elisa llora hasta quedarse dormida y no quiso levantarse ni comer en todo el día.

El reloj estaba a punto de marcar las 10 de la noche y los lobos empezaron a cantar su triste serenata bajo el eco de la luna, que muchas veces apenas se miraba.

Sr. Jacob Daniels se acercó pausadamente a la ventana, la que parece crujir ante el peso sobrecogedor de su inconsciencia.

Era un hombre alto, distante, enigmático y de unos ojos fríos como las aguas a la orilla de los despeñaderos y su corazón era tan duro como las mismas rocas de aquellos riscos que sostenían las sombras de los pedregales olvidados, pero él también sufría en un silencio casi desgarrador y solitario.

Se queda allí no sabe por cuánto tiempo.  Tantas cosas habían sucedido en ese lugar herido y parecía que fue ayer donde la sombra de la muerte, marcó su pecho y quebró como una rama la frágil conciencia de su hermana.

Tanto daño causado, tantas directrices de la vida, toda esa heredad que se odia desde los ancestros y su pequeña hermana sumida en la locura a causa de aquella rabia incontenible que lo transformó en  un monstruo.

Quizás era mejor marcharse y dejar las cosas como estaban o intentar llevarse a Elisa de ese lugar perdido donde la sangre, corre por las alcantarillas y los muertos aún se quejan como niños, cuando llora el viento.


Continuará...