jueves, 29 de mayo de 2014


Bruno notó que Elisa se quedó dormida bajo el abrazo de la tarde…



El resto del día transcurrió lentamente… al caer la noche Elisa sin ningún aviso pidió un poco de papel y tinta para escribir algo.  Todos la miraron en silencio porque hacía tanto tiempo que no tocaba un trozo de papel y no escribía un verso… todos pensaron que ya lo había olvidado, pero no…allí estaba ella, calcando un verso que decía… 
Su sombra caminaba en la penumbra,
en la búsqueda incesante de la noche,
de los vientos, de la ausencia
y de la bruma que dejó la madrugada...
al paso de la nada y de las horas ya sin tiempo,
que persiguen a un recuerdo,
como el eco de una voz, en el silencio!

No había ninguna duda… se dijo Bruno para sí mismo, el tiempo se estaba acercando.

Afuera en el jardín, nómadas de piedra y mármol hacían guardia en los jardines de la mansión que lucía como herida hasta sus cimientos más profundos.  Parecían cuidar el destierro de la noche y en vela, como ansiosas, gemían con el viento, mientras adentro Bruno y Emma cerraban los grandes cortinajes de fieltro para que el frío helado de la noche no abrazara las paredes mutiladas  de retratos, porque parecía que el amo no quería ningún rostro que le recordara a sus ancestros o todo aquello, que pudiera mirarlo a sus ojos, aún desde la inerte mirada de un recuerdo.


Las doce campanadas lo abstrajeron de sus pensamientos.  Le dijo a Emma que se retirara a sus habitaciones a la par de la alcoba de Madame Elisa y que estuviera atenta…

Él, con paso lento bajó las grandes escaleras hasta el despacho de Sir Daniels, donde sabía que en breve, estaría revisando su pasado.

Se fue a dormir con esa sensación ansiosa de lo inesperado, que a pesar de todo… se está aguardando.

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