Todo estaba sigiloso en esa madrugada tan fría… las cigarras se habían apagado en su destello y los bosques, gemían soledades en medio del silencio… tan solo se escuchaba allí a lo lejos, el golpeteo de los cascos de esos caballos pardos que arrastraban el carruaje en su crujir intenso y a veces lo siniestro de esos ojos negros, inmutables…penetrantes y tal vez, casi afilados como dagas apuntando al infinito…
Sin duda Sir Jacob Daniels había llegado a la Mansión de los Pedregales Olvidados, con su rostro marcado de un pasado que aun siendo un hombre atractivo, retiene en cada surco el dolor de lo indecible y lo solemne de una voz que va gritando!
Qué sucederá ahora dentro de las paredes de piedra y granito, de lluvia y locura, de viento y pesares recorriendo los pasillos...Y qué será de Elisa... con esta llegada que parece desangrar la aurora...
Al amanecer Bruno se levanta y apresurado, conocedor hasta del último aroma que habita la casa se dirige al despacho que estaba vacío pero había un aroma intenso como a un vino añejo y a un puro recién apagado entre los leños.
El amo ha llegado, dice para sus adentros y sale apresurado para encontrarse con Emma a quien le dice de manera sombría:
- El Señor está en casa. Ve y acompaña a Madame Elisa para que se arregle y si desea que desayune en su balcón, mientras se adapta a la llegada que tanto teme. Trata de no alterarla que yo subiré en cuanto pueda.
Emma se va corriendo a la planta alta… lugar que por cierto casi nunca visita Sir Daniels cuando llega a la mansión, pero como todos, sabe que el encuentro cara a cara entre Elisa y su hermano será inevitable, sí… trágico e inevitable.
Bruno recorre los pasillos cuando escucha la inconfundible y áspera voz de Jacob diciendo…
- He llegado esta madrugada, el frío es inclemente a pesar de los leños en la hoguera y mi estadía no será muy larga.
- Bienvenido amo, responde Bruno con una leve inclinación de saludo preguntando ¿Dónde le sirvo su desayuno al Señor?
- En mi despacho
Bruno da la vuelta y a sus espaldas escucha
- Dónde está Elisa?
- En las habitaciones de la planta alta, le responde. Donde dormía su madre.
- OH! Exclama Jacob, sabe que no me gusta entrar allí. Infórmale que he llegado!
- Ya lo sabe amo, pero ha estado un poco indispuesta y seguramente podrá verla hasta mañana.
- Está bien, responde, tendrá que verme tarde o temprano que he venido para llevármela.
- Señor, exclama Bruno con la voz angustiada: Es demasiado pronto, ella necesita tiempo.
- Ya está decidido Bruno, no intervengas.
Bajando la mirada como queriendo ocultar su gran desasosiego se retira. Pero él sabe que si la presiona demasiado, todo será una terrible tragedia y ya han pasado demasiadas tragedias en esas tierras olvidadas.
Una vez libre, Bruno sube a la habitación de Elisa. En cuanto entra ella se acurruca en sus brazos como una niña, buscando la seguridad de un padre y ahogada en un sollozo que no deja entender sus palabras.
-Cálmese madame, le dice en un tono fraternal y suave, ya verá que todo saldrá bien y nadie podrá lastimarla
- Bruno, dime qué está pasando! Sácame por favor de esta confusión y bruma en la que me encuentro perdida. Tengo tantas visiones mezcladas, entre recuerdos dolorosos y agradables y la voz de un ángel que me está llamando.
- Debe ser valiente madame Elisa, porque mañana se encontrará con su hermano frente a frente, pero no sienta angustia porque yo estaré muy cerca.
- No Bruno, no, NO LO PERMITAS, SABES QUE ME ATEMORIZA!
- Cálmese por favor, él no debe verla de esa manera que todo sería más difícil.
- Elisa llora hasta quedarse dormida y no quiso levantarse ni comer en todo el día.
El reloj estaba a punto de marcar las 10 de la noche y los lobos empezaron a cantar su triste serenata bajo el eco de la luna, que muchas veces apenas se miraba.
Sr. Jacob Daniels se acercó pausadamente a la ventana, la que parece crujir ante el peso sobrecogedor de su inconsciencia.
Era un hombre alto, distante, enigmático y de unos ojos fríos como las aguas a la orilla de los despeñaderos y su corazón era tan duro como las mismas rocas de aquellos riscos que sostenían las sombras de los pedregales olvidados, pero él también sufría en un silencio casi desgarrador y solitario.
Se queda allí no sabe por cuánto tiempo. Tantas cosas habían sucedido en ese lugar herido y parecía que fue ayer donde la sombra de la muerte, marcó su pecho y quebró como una rama la frágil conciencia de su hermana.
Tanto daño causado, tantas directrices de la vida, toda esa heredad que se odia desde los ancestros y su pequeña hermana sumida en la locura a causa de aquella rabia incontenible que lo transformó en un monstruo.
Quizás era mejor marcharse y dejar las cosas como estaban o intentar llevarse a Elisa de ese lugar perdido donde la sangre, corre por las alcantarillas y los muertos aún se quejan como niños, cuando llora el viento.
Continuará...
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